Algo pasó hace dos años que a los profesionales de la seguridad infantil en España, no nos puede dejar indiferentes. No hay excusas, la información está muy presente, ya no hay que buscarla en la página 20 de Google. Es más, sabiendo lo que sabemos, es difícil no caer en la impotencia ante el que no quiere escuchar.
Nuestro trabajo como profesionales, es el de la contención para evitar que alguien pueda sentirse atacado por el excesivo celo con el que sentimos el riesgo y el infinito dolor con el que nos podemos solidarizar en la distancia.
Dolor y rabia. He dudado si ‘ellos’, los ‘tecnócratas’ capaces de medir la vida en “Newtons”, “G’s” o “Bares” hacían trampas al solitario mientras, los que la medimos por miradas inocentes y amor incondicional, nos fiábamos de la bata blanca con título académico que había detrás de un señor hablando en alemán sobre sus muñecos. ¿Verdad que le daba un plus de credibilidad? Al final, resulta que quizás las pruebas deberían hacerse con los muñecos de José Luis Moreno porque, quizá, les transmitirían ciertos sentimientos de simpatía y ternura  más eficaces que la mirada perdida de un Q3 (maniquí antropomórfico equivalente a un niño de 3 años).
Soy de los que cree en la buena fe de las personas y de las palabras hasta que los hechos me indiquen lo contrario. Después de la invitación del Sr. Antonio Lucas a colaborar con Cristina Barroso y Laboratorio de Mamá en los comentarios del siguiente post, creía de verdad que en nombre del RACE , se estaba posicionando en la defensa de los más pequeños, es decir, en un tipo de sistemas de retención infantil en sentido contrario a la marcha hasta los 4 años sin condiciones. En serio lo creí, inocente de mí.

Pero en poco más de cuatro meses publican de nuevo el informe de la vergüenza con toda la artillería, con varios medios de comunicación nacionales apoyándolo. Siguen en sus trece. Estos raceinformes me dicen que la mejor silla para mi hija de 9kg y 9meses es una Kiddy Phoenixfix 3 a favor de la marcha con un precioso “cojín” en el vientre con el riesgo de reventarle los órganos de la parte abdominal, amén del riesgo de romperle el cuello. Eso sí, los colores, preciosos, un verde fosforito que es la envidia de la comunidad de vecinos, sobretodo, de noche.

Hoy toca echar bilis, porque ya son demasiados casos y en cada uno de ellos, alguien legitimó el sistema. A veces desde la ignorancia, a veces desde la falta de espíritu crítico y a veces desde la falta de escrúpulos.

Señores del ADAC:
Sabemos que las empresas se deben a sus propietarios y no a la comunidad, no son ONG’s. Por ello, algunas de ellas no dudarán en ir hasta los límites de lo legal para poder ofrecer productos comercialmente atractivos. Y sí, una cosa suele entrar en contradicción con la otra, sea por cuestión de coste/precio, estética o confort.

También sabemos que la legislación es un mínimo obligatorio a nivel europeo, pero los padres, en esto, queremos acercarnos lo máximo que podamos al máximo de protección. El aprobado no nos basta.

También sabemos que la seguridad se explica de una forma muy sencilla: Ausencia (o reducción) de riesgo. Para ello, la respuesta no puede ser nunca una marca o un modelo de SRI, sino que debe pasar por una óptima estrategia ante un escenario incierto, pero con probabilidades conocidas. Así pues, para reducir los riesgos, debemos saber tres cosas:

  • ¿Cuáles son los escenarios más frecuentes y dañinos de un impacto? 
  • ¿Qué magnitud de fuerzas actúan en estos escenarios?
  • ¿Cómo podemos distribuir la carga de estas fuerzas causando el mínimo daño posible?

Nadie discute hoy (coherentemente) que el impacto frontal responde a la primera pregunta, sin dudas, por la propia naturaleza del movimiento de un vehículo (hacia delante) que es un elemento imprescindible en un accidente. Dos coches parados, no suelen chocar entre sí.
La magnitud de fuerzas, sí es más variable, puesto que debemos considerar desaceleraciones y masas muy variables, aunque podemos hablar de impactos a 50km/h de 30g’s sin problema (factor por el cual multiplicamos nuestra masa y calculamos la fuerza que generamos). Un bebé de 10 meses, está generando más de 300kg  que debemos compensar con una fuerza equivalente en sentido contrario para que no se golpee con el vehículo o salga despedido.
Finalmente, la capacidad del cuerpo humano para absorber dicha energía con el mínimo daño posible. Obviamente, los adultos lo canalizamos hacia las partes más resistentes por las cuales se instala el cinturón de seguridad de 3 puntos. El airbag puede ayudarnos a que no nos comamos el volante, ya que la cabeza no queda retenida por el cinturón ¿Pero un bebé? Un bebé no lo aguanta, es más vulnerable y sus lesiones siempre serán mayores. ¿Es esto aceptable? No
Claro está que ante este planteamiento, un sistema de retención infantil orientado en sentido contrario a la marcha, es el que ofrece menores riesgos de lesiones a cualquier ocupante. Si el ocupante es especialmente vulnerable por su inmaduro desarrollo de su capacidad física (bebés y niños), esta es la ÚNICA forma que la mayoría de padres podríamos aceptar el riesgo de coger el coche con nuestros hijos. Otros riesgos de lesiones irreversibles o letales a velocidades legales de ciudad, no deberían permitirse en un test de seguridad prescriptivo.
Señores del ADAC, ¿en serio creéis que la mayoría de padres, con toda la información disponible sobre los riesgos que están asumiendo en caso de accidente, escogería vuestros sistemas ganadores? Las herramientas que utilizáis, no son perfectas, lo sabemos y lo toleramos, siempre y cuando se expliquen sus limitaciones. Quizás entonces, los resultados serían diferentes. No es el caso. Llevamos varios días hablando de sillas que salen disparadas y otras que se rompen que han permitido llenar titulares a los principales medios de comunicación. Lástima que sillas con alto riesgo de lesión en impactos a baja velocidad sigan ganando tests. ¿Seguiremos considerando los dramas familiares de menores que han utilizado este sistema como “mala suerte”? ¿Seguro no hubiéramos podido hacer un poco más para evitarlo?
Hoy no es un día de hablar de sensores, presiones o cargas, es un día para hablar de vidas. De decenas de vidas que se pueden salvar gracias a la fuerza de la Ola Verde que mediante la emoción y la información, intenta mirarnos a los ojos para decirnos que miremos más allá de un simple ranking. Con gran dosis de sentido común, escuchemos todas las partes, miremos a nuestros hijos y decidamos.

David Millà

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